Secretariado de Medios

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SEMINARIO ÁVILA

 

Como ya confirmó el Nuncio de Su Santidad en España durante la apertura de la pasada Asamblea Plenaria en la Conferencia Episcopal, este mes de enero comienza una Visita Apostólica a los seminarios españoles, encargada por el Papa Francisco a través del Dicasterio para el Clero. Una visita canónica realizada por dos obispos uruguayos, que constituye una suerte de auditoría externa para analizar la situación actual de los 45 seminarios que existen en nuestro país, así como para poder aplicar la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, es decir, el programa de formación actualizado por la Santa Sede en 2016. Sin duda alguna, constituye un estímulo para animar el desarrollo de la formación de los candidatos al sacerdocio.

    Y la primera visita de todas cuantas se producirán hasta finales de febrero es precisamente la que se va a realizar al seminario abulense: el Teologado San Juan de la Cruz, que la diócesis de Ávila gestiona en la ciudad de Salamanca y que alberga a seminaristas abulenses y de otras diócesis cercanas, entre ellas, nuestra Diócesis de Segovia representada en el joven seminarista Alberto Janusz Kasprzykowski. La visita apostólica se realizará desde la tarde-noche de hoy jueves 12 de enero, hasta el sábado 14 al mediodía, en las instalaciones de la capital charra. Realizará la visita Mons. Arturo Eduardo Fajardo Bustamante, Obispo de Salto (Uruguay), junto a un sacerdote que le acompañará como secretario. 

    Durante este tiempo, además de la visita a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (donde se forman los seminaristas, y donde podrán saludar a la Rectora, al Decano y el resto de profesores), está previsto un encuentro del visitador con los seminaristas de cada una de las etapas formativas: etapa propedéutica, discipular, configuradora y etapa de pastoral. Asimismo, mantendrá sendos encuentros tanto con los formadores como con el propio Rector, otro más con los rectores de los distintos seminarios presentes en el Teologado, así como un encuentro  conjunto con todos los obispos de los seminarios que tienen presencia allí. En este encuentro participarán, por tanto, Mons. César Franco, y D. Juan Cruz Arnanz, Rector del Seminario diocesano.

    El Rector del Seminario y Teologado de Ávila, Gaspar Hernández Peludo, ha valorado positivamente este encuentro, que acoge «con la alegría del trabajo de comunión realizado con las diócesis presentes en la casa durante estos años, con docilidad para acoger las sugerencias que puedan hacernos para fortalecer posibles deficiencias y aplicar más eficazmente el Plan de Formación Sacerdotal en nuestro seminario y en los seminarios de España, y con la esperanza de recibir aliento y criterios para afrontar los numerosos desafíos planteados a la formación sacerdotal en este cambio epocal que vivimos». 

    Recordamos que el Teologado San Juan de la Cruz pertenece a la Diócesis de Ávila, aunque se encuentra ubicado en Salamanca, pues es allí donde los seminaristas realizan sus estudios de Teología. Tanto el Rector como los formadores son sacerdotes del presbiterio abulense, pero allí no sólo se forman seminaristas de Ávila. En este momento, son otras 7 las diócesis que tienen confiados formalmente a todos sus seminaristas al Teologado de Ávila en Salamanca: Ciudad Rodrigo, Segovia, Zamora, Salamanca, Plasencia, Palencia y la archidiócesis de Mérida-Badajoz. En el presente curso 2022-2023 forman la comunidad un total de 15 seminaristas: 3 de la diócesis de Ávila, 1 de Segovia, 3 de Zamora, 1 de Salamanca, 1 de Plasencia, 5 de Mérida-Badajoz y 1 seminarista procedente de la diócesis de Tenerife. 

Concluido el tiempo de Navidad, la Iglesia comienza el Tiempo Ordinario, que es el ciclo litúrgico más largo del año. Se interrumpe cuando celebramos la Cuaresma, la Semana Santa y el tiempo Pascual, y se retoma después hasta el fin del año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey. Este tiempo se centra en el ministerio público de Jesús, en su predicación y milagros, que son el signo del Reino de Dios. En este domingo Juan Bautista presenta a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Una imagen que dice poco a quienes desconocen el simbolismo que el cordero tiene en la Biblia y la historia nómada del pueblo de Israel. Incluso si preguntamos a quienes participan en la Eucaristía sobre las palabras que dice el sacerdote antes de repartir la comunión al pueblo —«este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»— seguramente muchos no sabrían qué responder.

            Sabemos que en la fiesta de Pascua los judíos sacrificaban un cordero, como recuerdo de la salida de Egipto, cuando, por orden de Moisés, los israelitas inmolaban un cordero con cuya sangre marcaban los dinteles de sus puertas. De esta manera, cuando pasaba el ángel exterminador, respetaba la casa de los judíos sin matar a los primogénitos judíos. La sangre del cordero se convirtió en un signo de liberación y salvación. También se ofrecían corderos en el templo de Jerusalén como sacrificios de paz y de expiación. El cordero, por tanto, adquirió un simbolismo de redención y de ofrenda por el pecado.

Hay una escena en la Biblia que ayuda a entender aún mejor el significado del título dado a Jesús como «Cordero de Dios». Me refiero a la historia de Abrahán, a quien Dios le pide que le ofrezca en sacrificio a su hijo Isaac. Cuando Abrahán e Isaac van de camino hacia el monte del sacrificio, el hijo, extrañado porque llevan la leña y el fuego para la inmolación, pregunta a su padre: «¿dónde está el cordero para el sacrificio?». Su padre le contesta escuetamente: Dios proveerá. Y así fue: en el momento dramático en que se dispone a ofrecer a su propio hijo, un ángel le detiene y le muestra un cordero enredado en la maleza, que se convirtió en la ofrenda sacrificial.

En la tradición cristiana, ese cordero se ha presentado como figura o tipo de Jesús, el único que puede ofrecer a Dios el sacrificio perfecto, como dice la carta a los Hebreos en relación con los sacrificios del templo de Jerusalén que eran incapaces de perdonar los pecados del pueblo. Solo la entrega de Jesús por amor a Dios y a los hombres puede reconciliarnos con Dios de modo perfecto y reparar el pecado del mundo, que alcanza a todos los hombres. Por eso, Juan Bautista no dice que Jesús quita «los pecados del mundo», sino «el pecado del mundo».

Cuando Jesús celebró la cena pascual con sus discípulos, según el rito establecido, comió con ellos el cordero pascual, sacrificado la víspera de la fiesta y recordaría la historia de la liberación de Egipto. Según los estudiosos, además de esto, utilizaría el símbolo del cordero para hablar de sí mismo y de su entrega en la cruz, que, como es evidente, no era un rito litúrgico. Pero esta interpretación de Jesús, como la que hizo del pan y del vino de pascua, quedó grabada en la memoria de los apóstoles como algo esencial a la eucaristía instituida por él. Y, después de la resurrección, comprendieron todo el simbolismo que comportaba la imagen del cordero aplicada a Jesús. De ahí que san Pablo, escribiendo a los Corintios, les recuerda la fiesta de pascua que habían celebrado recientemente y dice: «ha sido inmolado nuestro cordero pascual, Cristo» (1 Cor 5,7). Es evidente que los primeros cristianos confesaban con este título el gran misterio del que quita el pecado del mundo.

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Una de las descripciones más primitivas de la misión de Jesús es la conservada en el Libro de los Hechos, concretamente en el discurso de Pedro en casa del centurión Cornelio, un pagano temeroso de Dios. Al proclamar el Evangelio a Cornelio y su familia, Pedro lo resume así: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10,37-38). En este pasaje, se habla de la unción de Jesús, después del bautismo que predicó Juan. ¿A qué unción se refiere? Sin duda, se trata de la unción de su bautismo en el Jordán, cuando el Espíritu descendió sobre Jesús y se oyó la voz del Padre declarando que era su Hijo muy amado. Jesús fue «ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo». Su bautismo, que sin duda fue un gesto de humildad al unirse a la fila de los pecadores que querían hacer penitencia, manifestó su identidad de Hijo de Dios. Se entiende así, que la fiesta del Bautismo de Jesús sea como un colofón de las fiestas navideñas. Muchas cosas se han dicho de Jesús en estos días: ángeles y pastores, Simeón y Ana, los magos de Oriente han confesado quién es el niño nacido en Belén. Faltaba, sin embargo, la voz más autorizada, la del Padre, que se reserva hablar hasta el momento en que Jesús realiza su presencia en los pecadores, solidarizado con ellos en orden a la salvación. Y lo hace con estas palabras: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». San Mateo comenta: «Se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba con él» (Mt 3,16). El cuarto Evangelio no narra directamente el bautismo de Jesús, pero el Bautista dice lo que ocurrió: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permaneció sobre él» (Jn 1,32).

            Quizás el lector se pregunte sobre la razón de esta unción: ¿Acaso como Hijo de Dios necesitaba ser ungido? ¿No era suficiente su unión con el Padre y el Espíritu para que realizara su misión de modo perfecto? Ciertamente Jesús, en cuanto Hijo de Dios encarnado, es santo como el Padre y el Hijo. No hay que olvidar, sin embargo, que al asumir nuestra naturaleza humana, es también hombre que recibe la misión descrita en el texto citado de los Hechos: «Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él». Podemos decir que la unción del bautismo es una especie de investidura pública en la que se despeja cualquier duda sobre la identidad del profeta de Nazaret. Por otra parte, en cuanto partícipe de la naturaleza humana, es ungido con el poder del Espíritu para que su carne sea canal de la gracia y de la misericordia en su relación con los que somos carne y sangre, es decir, mortales. Esta solidaridad con los que venía a salvar de su pecado y mortalidad se hace patente en la unción del Espíritu que le capacita, en cuanto hombre, para luchar contra el diablo y arrancarle el poder de la muerte que ostentaba desde la caída de nuestros primeros padres. En cuanto nuevo Adán y hombre nuevo perfecto, Jesús es ungido y consagrado para la misión descrita ya en su nombre de Jesús: salvar al hombre del pecado, recrearlo y restaurar su santidad original. En la iconografía oriental, la representación de este misterio se hace como si Jesús estuviera colocado en el sepulcro simbolizado por las aguas oscuras del Jordán, que simbolizan la muerte. Su bautismo prefigura su muerte, porque a través de ella, nos redime de la nuestra. Con su naturaleza humana ha ocupado nuestro lugar para que nosotros tomemos posesión de su reino.

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Nos reunimos en torno al altar de Jesucristo para celebrar la eucaristía, el misterio pascual de Cristo, en sufragio por el alma del papa emérito Benedicto XVI que ha sido llamado por Dios a su presencia. Su fe y su vida santa nos permiten pensar que, no solo se ha encontrado con el juez definitivo de su vida, sino con el amigo y hermano que le ha ayudado a atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte. Sus últimas palabras —«Jesús, te amo»— constituyen una hermosa profesión de fe e íntima declaración de un amor trasparente y absoluto a la persona de Cristo que ha sostenido su vida entera y su ministerio. ¿Cómo no recordar las palabras de Pedro en su triple confesión de amor: «Tú sabes que te amo»? La iglesia, todos nosotros, tenemos la certeza de que Benedicto XVI ha amado a Jesús con la generosidad y alegría de los santos. Hoy damos gracias a Dios por su vida y, confiados en la divina misericordia, rogamos por él para que contemple al Dios cara a cara, cuya inmensidad y belleza siempre le sobrecogieron, interpelaron e inspiraron páginas antológicas.

            Al ser elegido para la sede de Pedro, se definió a sí mismo como «un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor». Desde su ordenación sacerdotal hasta su muerte ha dado ejemplo de trabajador incansable al servicio de la iglesia. En las diversas tareas que ha realizado, como teólogo y profesor, perito del Concilio, escritor prolífico, arzobispo de Múnich y Frisingia, prefecto del Dicasterio de la fe y Vicario de Cristo, Benedicto XVI ha convertido su trabajo en una elocuente liturgia de alabanza a Dios. Educado en una familia del sólido catolicismo de su querida Baviera, seducido por la belleza de la casa de Dios, y en especial por la liturgia, se consagró desde su juventud al estudio de la Escritura, que ha sido para él —como ha dicho en repetidas ocasiones— la fuente inagotable e inspiradora de su investigación en los diversos campos de la teología. Su última y querida obra sobre Jesús de Nazaret muestra hasta qué punto su pasión por Cristo corría parejo con el atractivo que la Palabra de Dios ejercía sobre él. En cierto sentido, esta obra revela dónde tenía su corazón el Papa Ratzinger: en la persona de Cristo que colmaba todos sus anhelos y cuyo señorío, como Hijo de Dios y personaje histórico, defendió con vigor y claridad en la decisiva instrucción Dominus Iesus.

            La elección a la sede de Pedro, como sucesor de san Juan Pablo II, con quien compartió estrechamente el gobierno de la Iglesia, culminaba, no una carrera eclesiástica al estilo mundano, sino la carrera de la fe por la que luchó denodadamente con su investigación científica y desde su magisterio episcopal y papal. La fe era su obsesión de pastor, título éste que reivindicaba para sí mismo cuando se le preguntaba cómo se veía: «Yo diría —dice en sus últimas conversaciones— que he intentado ser ante todo un pastor. A ello le es inherente, por supuesto, el apasionado trato con la palabra de Dios, o sea, con lo que un profesor de teología debe hacer. Y a eso se añade el dar testimonio de la fe, el confesar la fe, el ser —en este sentido— un “confesor”. Los términos professor y confessor son filológicamente casi sinónimos, aunque la tarea va más en la línea de la confesión» (Últimas conversaciones, 285-286).

            Benedicto XVI ha confesado la fe, la ha defendido con valentía, la ha proclamado con autoridad y competencia, la ha vivido en primera persona como vocación en su búsqueda de la verdad con mayúscula que ilumina todos los aspectos de la vida ordinaria. El binomio fe y verdad, como el de fe y razón, o simplificando más, el de Dios y hombre, le ha conducido, guiado por la providencia divina, a lanzar el reto intelectual más urgente de nuestro tiempo: mostrar que la razón no se basta a sí misma si prescinde de la «purificación» que es tarea propia de la fe y de la misión de la Iglesia. «La Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables» (cf. Deus charitas est 28).

           El esfuerzo intelectual y pastoral realizado por Benedicto XVI en este tiempo de la postmodernidad ha sido gigantesco. Su interés, como pastor de la iglesia universal, nacía del amor al hombre creado a imagen y semejanza de Dios (como enseña en su primera encíclica Deus charitas est) y de su profunda convicción de que la fe y la razón se hermanan siempre que el hombre se pregunta por la verdad de sí mismo y del cosmos, que culminan, en último término, en la pregunta sobre Dios. En estrecha colaboración con san Juan Pablo II ha planteado, con la competencia del teólogo y la convicción del creyente, que quien busca con sinceridad la verdad, busca a Dios y lo encuentra. Se explica, por tanto, que desde el inicio de su pontificado, Dios y la verdad ocuparan el centro de su magisterio. Las encíclicas sobre las virtudes cardinales son el signo más elocuente de que situar a Dios en el centro del debate intelectual es el mejor servicio que puede hacerse al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y llamado, por tanto, a reflejar en sí mismo su condición divina. Y, siendo un servicio al hombre, es también servicio a la sociedad.

            De diferentes maneras y en diversos ámbitos —eclesiales, políticos, universitarios y sociales—, Benedicto XVI, en cuanto cooperador de la Verdad y Vicario de Cristo, no ha cesado en su vocación de sentirse portador de la verdad que salva. Una verdad que ha sabido proponer sin imposiciones, en la apertura al debate intelectual, en el respeto a posiciones distintas a la de la fe católica, y en la humildad que define a quien se siente portador, y no dueño, de la verdad que le precede y le sustenta. Esto sólo puede hacerse desde la humildad propia del profeta y con la sabiduría del «maestro» que, en la línea de los Santos Padres y doctores de la iglesia, se sabe sometido, en la fe y en la adoración, a quien ha sido enviado para trasmitir el logos de Dios que nos conduce a él. ¡Qué bien podemos aplicar al Papa Benedicto las palabras del profeta Daniel!: «Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad» (Dn 12,3).

            Como todos los papas, también Benedicto ha gustado el cáliz de Cristo. El ministerio de Pedro no le ha ahorrado al papa Benedicto lo que es inherente a él: Ser testigo de la pasión de Cristo y convertirse en modelo del rebaño por las virtudes propias del Hijo de Dios, que hemos visto reflejadas en su persona. Su abandono a la Providencia, su convicción de que Dios guía a la iglesia, las decisiones tomadas para purificar a la iglesia en sus ministros y en sus miembros, y su renuncia a la sede de Pedro al reconocerse incapaz para el gobierno, solo se explican desde su convicción de que la Iglesia solo tiene un Señor, a quien todos los demás, también el Papa, servimos. El rebaño, dice la primera carta de Pedro, es de Dios que lo pone a nuestro cargo. Pero la primacía de Dios es absoluta, y solo quien lo entiende puede gobernar como siervo y no como déspota. Aquí estriba el fundamento de la santidad y heroicidad de las virtudes que, sin prejuzgar el juicio de la iglesia, podemos decir que hemos visto en Benedicto XVI. Así lo ha reconocido públicamente el papa Francisco.

            En su testamento espiritual nos ha dejado un mensaje sencillo y claro que proviene de las cartas apostólicas y del mismo Señor Jesús: «Lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio. ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! […] Jesucristo es verdaderamente el Camino, la Verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo». Jesús encomendó a Pedro confirmar a sus hermanos en la fe. Esto es lo propio del sucesor de Pedro, lo carismático de su servicio a Cristo como Vicario suyo. Es un carisma que solo puede entenderse, como el resto de los carismas, desde la caridad, el amor a Dios y a los hombres. Cuando Jesús resucitado, junto al mar de Galilea, pregunta por tres veces sucesivas a Pedro si le ama, lo hace para que entienda que su oficio de gobernar la iglesia, de confirmar a sus hermanos en la verdadera fe, sólo podrá realizarlo desde el amor a su persona, ese amor que el Papa Benedicto profesó en su «Jesús, te quiero» antes de morir. Ahora, pedimos a Dios que quien fue elegido para ser testigo de la pasión de Cristo participe de la gloria que se le habrá revelado, cruzado el umbral de la muerte, y reciba la corona inmarcesible que Dios reserva a los santos pastores.

           Amado papa Benedicto. Del mismo modo que tú has dado gracias a cuantos te han ayudado a peregrinar hacia Dios, nosotros le damos gracias por ti, porque a través de la belleza y esplendor de la verdad has iluminado a la iglesia y nos has guiado siempre hacia Cristo, el Buen Pastor. A este Cristo, a quien tú llamas hermano y amigo, te confiamos como un fruto de la viña del Señor en la que has trabajado humildemente, con la gozosa certeza de que, como el grano de trigo que se sepulta en la tierra, dará abundante cosecha de vida eterna. Que la Virgen María, Reina de todos los santos, a quien amaste con ternura desde niño, te acoja en la gloria y te presente limpio de toda mancha a quien vive para siempre, Jesucristo, el Señor.  Amén.

Segovia, 4 de enero de 2023

Miércoles, 04 Enero 2023 12:32

REVISTA DIOCESANA ENERO 2023

DON CÉSAR MEDIOS05WEB

Como ya es habitual, previo al tiempo de Navidad, el Obispo de Segovia, monseñor César Franco, ha mantenido esta mañana un encuentro con los medios de comunicación en el que ha hecho balance de lo que ha sido este año 2022 en la Diócesis de la que es pastor.

            Don César ha recordado que este año comenzó con la visita «ad limina», que le llevó hasta Roma para visitar los diferentes Dicasterios y mantener un encuentro final con el Papa Francisco. Un inicio de año en el que Ángel Anaya tomó el relevo de Mariano Illana en la dirección de Cáritas, organización diocesana que inauguró su nueva sede en el Convento de las llamadas ‘juaninas’, lo que permite ayudar más «y mejor a todas las personas que vienen solicitando ayuda a Cáritas y a la Diócesis».

            Relacionado con esto se encuentra esa despedida a las comunidades de comunidades de vida consagrada. «Tristemente», se ha cerrado el monasterio de San Vicente el Real y «Segovia ha perdido una tradición centenaria», ha asegurado don César, para recordar que las cuatro hermanas se trasladaron a Madrid, donde él mismo las visitó recientemente. Asimismo, ha señalado la despedida de otra comunidad, las hermanas Carmelitas de la Caridad, conocidas como las ‘vedrunas’.

            En cuestión de patrimonio, el prelado ha resaltado el hallazgo de la firma de Salzillo en la talla de Francisco de Asís de la iglesia parroquial de Villacastín. Asimismo, ha puesto de relieve el convenio institucional con la Diputación Provincial de Segovia, en virtud del que se va manteniendo el patrimonio de la Diócesis. Y ha destacado también la reciente rehabilitación, por parte del Camino Neocatecumenal, de la iglesia de Fuentes de Carbonero el Mayor, un templo que «ha quedado precioso» y que recientemente ha podido visitar Kiko Argüello.

Clausuras, jóvenes y novedades

El Obispo de la Diócesis ha tildado de «éxito tremendo» el Año Jubilar Henarense clausurado el pasado mes de septiembre, así como la peregrinación de la Virgen de El Henar por los pueblos de la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar, lo que quiere decir «que la Virgen mueve montañas y que la gente, cuando se trata de la Virgen, se mueve de manera impresionante». Y de una clausura a otra, porque este año también se cerró la fase diocesana del Sínodo.

            En el ámbito de la juventud ha querido resaltar «una experiencia para los jóvenes muy bonita», la de hacer juntos el Camino de Santiago para después compartir con jóvenes de toda Europa la Peregrinación Europea de Jóvenes que acogió la capital gallega. «Una especie de preparación» para la Jornada Mundial de la Juventud que acogerá Lisboa el próximo verano en la que ya se está trabajando desde los equipos de pastoral juvenil.

            Por otra parte, don César ha expuesto la creación de una Comisión de Sostenimiento, porque en ocasiones a la gente le cuesta entender cómo se sostiene la Iglesia, «con el fin de sensibilizar a la gente en cómo puede ayudar a la Iglesia». En este punto, el Obispo ha querido agradecer a los segovianos su ayuda y generosidad «tanto en los pueblos como en la capital». No obstante, ha recordado las dificultades y ha alabado el amplio abanico de posibilidades que existen ahora para colaborar, no solo con el «cepillo», sino también a través de donativos periódicos, domiciliaciones o bizum. Por otro lado, también ha remarcado la creación de una Comisión de Adecuación Pastoral a la realidad de la Diócesis que espera pueda dar frutos próximamente.

            Por último, monseñor Franco ha querido subrayar que el único seminarista mayor con el que cuenta la Diócesis, Alberto Janusz, ha sido instituido este año en los ministerios de Acólito y Lector, paso previo al diaconado y a la posterior Ordenación Sacerdotal lo que supone «una esperanza, aunque solo sea uno».

            Finalmente, don César ha manifestado que la Iglesia «quiere estar al lado de los segovianos y de la comunidad diocesana» acompañando a la gente «con esperanza y sentido de solidaridad» aunque a veces no se pueda llegar a todo por las limitaciones existentes. Sin embargo, ha querido parafrasear a D. Ricardo Blázquez para asegurar que «tenemos que saber administrar nuestra pobreza». «Segovia es una Diócesis pobre, dentro de las Diócesis de España, y administrar nuestra pobreza supone mucha esperanza, paciencia y confianza en la Divina Providencia», ha concluido el prelado.

Fin de una etapa

En su conversación posterior con los medios de comunicación, el Obispo de Segovia ha agradecido a los profesionales su trabajo y su respeto a las informaciones provenientes de la Iglesia.

DON CÉSAR MEDIOS01web

            Sobre la preceptiva renuncia como Obispo de Segovia que tendrá que presentar al Papa Francisco en un año —al cumplir los 75 años—, don César ha dicho tenerlo previsto y ha asegurado que «tenga o no tenga cargo, seguiré trabajando al servicio de la Iglesia y estaré disponible a lo que el Papa pueda pedirme».

            Tras comentar el pontificado del Papa Francisco, poner de relieve la importancia de los Celebradores de la Palabra en nuestra Diócesis y valorar el trabajo pastoral de los sacerdotes extradiocesanos ha asegurado que desde el Obispado cumplirá la ley de memoria histórica cuando así sea preceptivo y se le solicite, atendiendo a las especificidades de cada inmueble.

            Finalmente, ha asegurado que su deseo para los segovianos es que «vivan la Navidad como lo que realmente es y reciban al Dios que viene a vivir con nosotros a compartir nuestra vida y eso es lo más esperanzador que podemos esperar».

CARTEL TIERRA SANTA 2023 WEB

 

Después de dos años suspendida a causa de la pandemia, la Diócesis de Segovia retoma la peregrinación a Tierra Santa y a Jordania en marzo de 2023. Una nueva oportunidad de realizar este viaje que permite conocer y conectar con las raíces del Cristianismo. Los peregrinos pordrán visitar lugares tan emblemáticos como Belén y su Basílica de la Natividad; Ein Karem (lugar de nacimiento d san Juan Bautista y de la Visitación); renovar las promesas del Bautismo en el río Jordán, nadar en el mar Muerto; conocer los lugares más emblemáticos de la vida de Jesucristo y su madre, la Virgen María; y descubrir la impresionante ciudad de Petra y las maravillas de Jordania.

El precio por persona en habitación doble será de 2.520 euros en caso de que el grupo sea de 25/29 personas, o de 2.440 euros si el grupo contara con 30/42 particpantes. Además, habrá un suplemento por habitación individual de 680 euros. 

El viaje se realizará entre los días 8 y 17 de marzo de 2023 con los siguientes vuelos previstos: 08.MARZO.2023 • UX1301 MADRID-TEL AVIV • 08.45-14.20 para la ida y 17.MARZO.2023 • UX1302 TEL AVIV-MADRID • 16.05-20.20 para la vuelta.

Toda la información y la realización de las inscripciones corre a cargo de Pilar Rodríguez Amilburu, de VIAJES PERTUR – Peregrinaciones y Turismo Religioso. El contacto con Pilar puede realizarse a través del teléfono 915 516 404 o por correo electrónico en la dirección Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. No obstante, la coordinación y el acompañamiento seguirá estando en manos de D. Ángel García Rivilla, responsable del Servicio Diocesano de Peregrinaciones. 

 

Puedes ver y descargar aquí el folleto con toda la información

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El 13 de diciembre de 1474 la infanta Isabel era proclamada Reina de Castilla en el atrio de la iglesia de San Miguel, afirmando su derecho a reinar no como consorte de un monarca, sino como legítima soberana.

Cuando se cumplen 548 años de este acontecimiento histórico, la iglesia será escenario para el concierto «Todos los bienes del mundo», organizado y patrocinado por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León.

Un recital a cargo de Collegium Musicum Madrid, dirigido por Manuel Minguillón, cuyo libreto repasará diferentes obras del Cancionero musical de Segovia y otras obras de Juan del Encina, Luys Milan, Francisco de la Torre y Diego Ortiz.

san miguelweb

Este evento sirve también para celebrar la incoación del expediente de declaración de la iglesia de San Miguel como Bien de Interés Cultural, un proceso que se inició el pasado 24 de noviembre. Una vez iniciado el expediente, el templo ya goza de la protección que ampara a los BIC, un hecho de gran relevancia a tenor del legado patrimonial e histórico que atesora.

El concierto tendrá lugar el próximo martes 13 de diciembre a las 19.30 horas en la iglesia de San Miguel con entrada libre hasta completar aforo.

Collegium Musicum Madrid

Collegium Musicum Madrid se crea en 2013 con la idea de recuperar y difundir el patrimonio histórico musical de los siglos XVI, XVII y XVIII con criterios historicistas.

CONCIERTO WEB

El conjunto trabaja un amplio repertorio que abarca diferentes periodos estilísticos, desde renacimiento hasta el barroco con muy variadas formaciones, desde el dúo con grandes solistas como Carlos Mena, María Espada o Filippo Mineccia, hasta las producciones operísticas cómo L’Orfeo de Claudio Monteverdi en 2013, Dido & Aeneas e The Indian Queen de Henry Purcell en 2014 y Gli amori d’Apollo e di Daphne de Francesco Cavalli en 2015 o las Vísperas de Claudio Monteverdi en 2017 para inaugurar el Festival internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid.

Las interpretaciones de Collegium Musicum Madrid parten siempre de las fuentes originales y utilizando las técnicas y criterios historicistas se presentan al público de una manera amena, cercana y comentada, lo que hacen de sus conciertos sean una experiencia integral a la par que divulgativa y cercana.