Martes, 27 Junio 2017 18:58

IV Centenario de la muerte de San Alfonso Rodríguez

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Vida de San Alonso Rodríguez, sj (1531-1617)

Alonso Rodríguez nació en Segovia el 25 de julio de 1531, en el barrio de El Salvador donde tiene dedicada una calle y una placa indica el lugar se su nacimiento. Sus padres, Diego Rodríguez y María Gómez de Alvarado, eran comerciantes de lana y paños y tenían una granja en las afueras de la ciudad. Fueron once hermanos, él era el tercero. Sabemos que, cuando tenía diez años, en 1541, dos jesuitas pasaron por Segovia y se alojaron en la granja de sus padres. Uno de ellos era el Bienaventurado Pedro Fabro, el primer compañero de San Ignacio. Este primer contacto con los jesuitas fue recordado siempre por Alonso, señalándole gran importancia para la orientación de su vida. En 1545, Diego y Alonso, los dos hijos mayores varones, fueron enviados a Alcalá a estudiar en el Colegio que acababan de abrir los jesuitas en esa ciudad. Allí reciben la noticia de la muerte de su padre. La madre decide que continúe estudiando el hermano mayor y que Alfonso vuelva a casa para hacerse cargo del modesto negocio de tejidos.

En 1557, a los 26 años, contrajo matrimonio con María Juárez, hija de un acomodado ganadero. Pasa entonces a vivir a la calle del Mercado, en la parroquia de Santa Eulalia, porque es mejor punto de venta para los paños. Allí nacen sus tres hijos. Aunque no marcharan bien los negocios familiares de las lanas, parecía un hombre feliz y daba gracias a Dios por su familia. Sin embargo, la desgracia parece que se ceba en su casa. En poco tiempo muere su esposa, su madre y sus hijos. Ahora ha quedado solo Alfonso.

El dolor podría haberlo llevado a la desesperación. Habían sido numerosas y demasiado grandes sus desgracias. Y sin embargo, hombre piadoso, se volvió a Dios. ¿Qué quería el Señor? ¿Cuáles eran sus caminos? ¿Qué deseaba que hiciese? Se planteó ser jesuita, pero tenía en su contra la edad, una frágil salud y falta de formación. Luís de Santander, rector del colegio que los jesuitas tenían en Segovia, no le disuadió formalmente pero sí le recomendó que prosiguiese estudiando. Por eso, en 1569 se trasladó a Valencia donde había sido destinado su director espiritual. Dos años de probaciones, algunos estudios y servicios domésticos para ganarse el sustento. Por fin, fue presentado al provincial de Aragón para ser admitido como hermano. Por segunda vez el voto de los examinadores fue negativo. Sin embargo, el padre provincial decidió admitirlo. “Recibámoslo para santo“, fueron sus palabras.

Dada la responsabilidad que mostró en la vida comunitaria y en lo espiritual, fue destinado al Colegio de Montesión en Palma de Mallorca. Allí debería ayudar en la obra del colegio que se hallaba en construcción y atender la portería. En Mallorca hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia el 5 de abril de 1573. Su oficio de portero consistía en abrir, cerrar, dar razones a los de dentro, dar encargos a los de fuera. Con absoluta uniformidad, día tras día. Y fueron 46 años. Nunca reparó en la actitud de aquellos a los que abría la puerta, que no siempre era correcta, y les entregaba lo mejor de sí: «Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación». Cuando escuchaba el sonido de la campana, profería un gozoso: «¡Ya voy, Señor!». Y engarzaba sus jornadas de trabajo y oración cincelando a conciencia en su corazón una hermosa filigrana de caridad con la que íntimamente coronaba a quienes pasaban por el convento. Al darse cuenta los superiores de su profunda vida interior, le pidieron, por obediencia, que escribiera su vida, con las experiencias espirituales. Lo hizo en varias entregas, desde 1604 hasta 1616. Escribió, también por obediencia, una serie de tratados espirituales.

En 1605, el joven jesuita Pedro Claver fue destinado al Colegio de Montesión, a terminar los estudios de fFilosofía y a ejercitarse en la experiencia del magisterio. Los santos siempre se han entendido. Muy pronto surgió una amistad muy profunda entre el anciano y ese joven admirable. Pedro Claver encontró en San Alonso un confidente, una persona con quien él podría conversar cosas espirituales. Poco a poco se transformó en discípulo. San Pedro Claver trató y discernió, con ayuda del santo hermano Alonso, el plan de partir a América a trabajar con los más humildes. San Alonso fue su verdadero apoyo.

San Alonso fue declinando lentamente. Cuando su salud y su edad no le permitieron ya ser el portero titular, a los 73 años, pasó a ser el ayudante del portero. El 31 de octubre de 1617 murió plácidamente.

El santo portero siempre había sido apreciado por su delicadeza y su alegría, y sólo a su muerte pudieron conocerse sus Notas espirituales y la profundidad y calidad de su vida de oración. Fue canonizado el 15 de enero de 1888, en compañía de su discípulo San Pedro Claver y el joven jesuita San Juan Berchmans. La Compañía de Jesús lo reconoce como maestro espiritual y como el patrono de los hermanos jesuitas.

Fuentes:

J. Correa, Santos y beatos de la Compañía de Jesús

J. A. Martínez Puche (dir.), Nuevo año cristiano. Octubre (Madrid 2002)

 

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