«Dios visita a su pueblo con la paz». Carta pastoral sobre la visita pastoral a los arciprestazgos de Fuentepelayo y Coca-Santa María

Queridos diocesanos:

Durante este trienio (2018-2021) hemos querido que el objetivo general del Plan Diocesano de Pastoral fuera este: «Reavivar con alegría el encuentro personal y comunitario con el Señor y hacerlo visible en nuestra sociedad». Todas las acciones de la Iglesia buscan el encuentro personal con el Resucitado de manera que, con el poder del Espíritu, podamos hacerlo visible entre nosotros y sea reconocido por los hombres de nuestro tiempo. Esta es la misión de la Iglesia.
Una de las formas de hacer visible a Cristo en nuestras comunidades es la visita pastoral del obispo, que me propongo continuar. A mi llegada a Segovia concluí la que había comenzado mi predecesor en el arciprestazgo de Cuéllar y realicé también la del arciprestazgo de Segovia. El curso pasado visité los arciprestazgos de La Granja-San Medel y Sepúlveda-Pedraza. Este curso me propongo visitar los arciprestazgos de Fuentepelayo y el de Coca-Santa María, si el Señor me concede su gracia.

 

Dice el Papa Francisco que la visita pastoral es «un signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo con la paz» (PG 46). Si lo pensamos bien, la revelación cristiana es una magnífica sucesión de visitas de Dios a la humanidad, que, aunque se alejó de él por el pecado, nunca ha dejado de estar en el punto de mira de Dios, en el centro de su amor de Padre. De muchas y diferentes maneras Dios ha visitado a su pueblo, a nuestros antiguos padres en la fe —los patriarcas— a los jueces, profetas y sabios, para infundirles la gracia y la sabiduría para dirigir a su pueblo. El profeta Ezequiel presenta a Dios como el pastor que guiará a su pueblo personalmente, cuidando de todas y cada una de sus ovejas. Este necesidad de ser visitado por Dios está expresada como súplica ardiente en el salmo 106,4: «Acuérdate de mí, por amor a tu pueblo, visítame con tu salvación».
Dios ha respondido a esta súplica de manera desbordante e insospechada enviándonos a su amado Hijo, Jesucristo. Así lo afirma san Lucas: Cuando nace el Bautista, su padre exclama: «Dios ha visitado y redimido a su pueblo». Y, cuando Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, la gente, sobrecogida de santo temor, dice: «Dios ha visitado a su pueblo». Ciertamente, Jesucristo ha cumplido todas las esperanzas de Israel y de la humanidad, pues en él, Dios mismo ha querido vivir entre nosotros compartiendo toda nuestra existencia. Mediante su resurrección, Cristo se ha constituido en Señor de la historia y en el humilde peregrino que no deja de caminar junto a su pueblo (cf. Lc 24).
Se entiende así que los apóstoles fueran enviados por Cristo para continuar su misión saliendo de Jerusalén en dirección a todas las naciones. Fundaron iglesias que visitaron según sus necesidades, como da testimonio el libro de los Hechos y las cartas de los apóstoles. Dice san Pablo que por tres veces visitó a la comunidad de Corinto (cf. 2 Cor 13,1) para predicar el evangelio y confirmar en la fe a sus miembros. San Pablo era consciente de que Cristo actuaba y hablaba por medio de él («en mí habla Cristo»: 2 Cor 13,3) en beneficio de su pueblo.

1. Hacer visible a Cristo

Gracias al bautismo, que nos hace miembros de Cristo, cada cristiano tiene la capacidad de hacerlo visible en la sociedad. Por ello, la visita pastoral del obispo pretende fortalecer esta convicción para que cada cristiano descubra su enorme dignidad y su misión ineludible: mostrar con sus palabras y hechos que Cristo vive en él y en la comunidad de la que forma parte. Cuando se dice que el obispo confirma en la fe, se quiere decir que nos afianza en la certeza de pertenecer a Cristo, en la profunda convicción de que somos el «signo» de que Cristo vive y ofrece la salvación a todos los hombres. Por eso es fundamental que las comunidades cristianas tomen conciencia de que, gracias a ellas, Cristo se hace presente en un determinado lugar. Todas las acciones de una parroquia —culto, evangelización y caridad— son acciones de Cristo que vive en nosotros y se manifiesta en cuanto hacemos.
Esto no sería posible sin avanzar en la santidad de todo el pueblo de Dios, que pide a cada cristiano vivir con responsabilidad su condición de miembro de Cristo. La santidad no es algo abstracto sino la vida misma transformada por Cristo mediante la oración, la escucha atenta de su Palabra, la participación en los sacramentos y la práctica humilde de la caridad. En la visita pastoral, el obispo, como servidor de la santidad de los cristianos, tiene que alentarlos a no decaer, a participar activamente en la vida de la iglesia y a dar testimonio de su fe con alegría y fortaleza. Su misión es reavivar en cada cristiano la alegría del encuentro con Cristo resucitado gracias al cual podemos caminar seguros hacia la casa del Padre.

2. Encuentro con las personas

«En su visita pastoral a la parroquia —dice el Papa Francisco— dejando a otros delegados el examen de las cuestiones de tipo administrativo, el Obispo ha de dar prioridad al encuentro con las personas, empezando por el párroco y los demás sacerdotes. Es el momento en que ejerce más cerca de su pueblo el ministerio de la palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto más directo con las angustias y las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de exhortar a todos a la esperanza. En esta ocasión, el Obispo tiene sobre todo un contacto directo con las personas más pobres, los ancianos y los enfermos» (PG 46).
El encuentro con las personas es fundamental. Lo vemos en la vida de Cristo y de los apóstoles. Hay que reconocer que la organización de la vida actual nos impide con frecuencia mantener estos encuentros de tú a tú con la calma y atención que debiéramos. En la visita pastoral se da prioridad a estos encuentros de manera que los fieles que lo deseen puedan tratar familiarmente con el obispo sobre los asuntos que les preocupan. Animo, pues, a participar en estos encuentros, que habitualmente tienen lugar con el párroco, de manera que, como dice el Papa, el obispo pueda conocer las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente. Esto no quiere decir que el obispo tenga la solución y la respuesta a todos los problemas de sus diocesanos, sino que, compartiendo su vida, puede iluminar, orientar, confortar y edificar con la fuerza del Espíritu la iglesia que le ha sido confiada.
En esta Iglesia tienen preferencia los pobres, ancianos y enfermos. En la medida de lo posible, me gustaría poder visitar en sus propios domicilios a quienes están impedidos por la enfermedad o la ancianidad y no pueden participar activamente en la vida parroquial.

3. Celebrar y vivir la fe

El momento culminante de la visita pastoral es la celebración litúrgica de la fe en la eucaristía que implica a toda la persona. Confesar nuestra fe en el Dios manifestado en Cristo, participar en la mesa de la palabra y de la eucaristía, es siempre una gracia inestimable. En la eucaristía tomamos conciencia de ser Cuerpo de Cristo que vive en gozosa comunión la presencia entre nosotros del Resucitado. Reconocemos a Cristo en la fracción del pan que es la mejor invitación a partir nuestro pan con los demás y darnos a los hermanos como se dio él mismo.
Os invito, por tanto, a celebrar la eucaristía como el momento en que la Iglesia se edifica a sí misma a partir de la entrega sacrificial de Cristo. Es el momento de la unidad en la fe y en el sacramento instituido por Cristo, el momento de poner nuestros bienes en común a favor de los pobres, el momento de la alegría pascual y de la esperanza en la vida eterna. Es el día que hizo el Señor porque, gracias a su resurrección, se nos ha dado acceso a la vida eterna.
Dado que la eucaristía edifica la Iglesia, invito a celebrar en ella el sacramento de la confirmación, que nos une más profundamente a la Iglesia mediante el don del Espíritu. Ningún cristiano debe dejar de recibir este sacramento que pertenece a la iniciación cristiana y nos ayuda a tomar conciencia de nuestra vocación y de la misión que tenemos en la sociedad como testigos del Señor. La confirmación acrecienta además nuestra esperanza al ver que niños, jóvenes o adultos dan el paso a una fe más personalizada y decidida a dar testimonio público de la adhesión a Cristo y a su Iglesia. En estos tiempos en que tantos cristianos abandonan nuestras asambleas y silenciosamente reniegan de la Iglesia —sólo Dios conoce sus verdaderos motivos—, quienes reciben el Espíritu Santo en la confirmación alegran el corazón de la Iglesia y son, si se les acompaña en su itinerario de maduración personal, una esperanza para el futuro. Animo, pues, a quienes aún no están confirmados a que se preparen para este sacramento, llamado también de la fortaleza cristiana, pues nos capacita a vivir en medio del mundo luchando con valentía contra todo lo que se opone al Evangelio de Cristo.

4. Oración por la visita pastoral

Aunque la visita pastoral se realice en dos arciprestazgos, pido a toda la diócesis que la sienta como suya y ore al Señor por sus frutos pastorales. La Iglesia es edificación de Dios y necesita la oración de todo el pueblo cristiano. Pido a las comunidades de vida monástica y a los diversos institutos de vida consagrada que se unan en la oración a este momento de gracia, para que el Señor se acuerde de nosotros y transforme nuestra pobreza en abundancia de dones espirituales. Pidamos sobre todo para que el Señor suscite vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada en nuestra diócesis, bendiga a las familias fortaleciendo el amor conyugal y filial y proteja de manera especial a quienes se sienten más necesitados en el cuerpo y en el espíritu. Que aumente en las comunidades cristianas el amor a los pobres, ancianos y enfermos de manera que brille el amor de Cristo por sus predilectos. También os pido que oréis por el obispo y los sacerdotes para que no obstaculicemos la acción del Espíritu y para que, a pesar de nuestra fragilidad, seamos signo del Buen Pastor que visita siempre con amor a su pueblo.
Pongamos esta visita pastoral en manos de Nuestra Señora de la Fuencisla, Madre de la Iglesia, y bajo la intercesión de san Frutos, para que el Señor nos conceda lo que más se dirija a su gloria y a la salvación de nuestro pueblo.

Con mi afecto y bendición

+ César Franco,
obispo de Segovia.