Judíos y cristianos creemos en la resurrección de la carne. Existe, sin embargo, una notable diferencia entre ambas creencias. En el judaísmo se espera la resurrección al final de los tiempos, cuando la historia se consume con el juicio de Dios. En el cristianismo, la resurrección ya ha comenzado en la persona de Cristo, que, al tercer día de morir, fue levantado de la muerte por el poder del Espíritu. Así lo confesamos en el Credo. Esta diferencia entre la fe judía y la cristiana explica por qué los apóstoles no dieran crédito al hecho de la resurrección de Jesús. ¿Cómo era posible que, si Cristo había resucitado, la historia siguiera su curso como si nada hubiera pasado? ¿No coincidía la resurrección con el fin de los tiempos? La fe cristiana en la resurrección sólo podía atacarse si pudiera hallarse el cuerpo de Jesús. Pero éste no se hallaba en el sepulcro. De ahí que se hiciera correr el bulo de que los discípulos lo habían robado. Por otra parte, comenzaron a suceder lo que se ha dado en llamar apariciones. Diferentes personas y grupos variados —mujeres, apóstoles, discípulos— confesaban haber visto al Señor. El verbo que se utiliza en los relatos de las apariciones es el pasivo causativo del verbo «ver», es decir, «hacerse ver», «mostrarse». Con este verbo se da a entender que las apariciones no eran fenómenos psicológicos de sugestión individual, productos de la propia imaginación. Como bien han señalado los estudiosos del evangelio, para creer en las apariciones del resucitado, hay que creer primero en el hecho de la resurrección, que, como hemos dicho, en el pueblo judío sólo se esperaba para el final de los tiempos. Quien lea los relatos del evangelio con mirada crítica caerá en la cuenta de que la fe en la resurrección se impone a los apóstoles desde fuera de ellos mismos, desde Alguien que se muestra vivo, se hace presente entre los suyos, les invita a tocarlo para que vean que no es un fantasma y hasta les pide algo de comer para que crean que realmente está vivo. Por eso, cuando su inteligencia se abre a la fe, reconocen que ha comenzado el tiempo final, la etapa última de la historia y que la resurrección de los muertos ha iniciado su andadura en la persona de Jesús. Por eso, lo llaman el «Primogénito de entre los muertos». En él, en efecto, los muertos han comenzado a resucitar. + César Franco Obispo de Segovia.