FUNERAL POR LAS VÍCTIMAS DE LA COVID19 EN SEGOVIA

catedral funeral interior

La Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos acogerá el próximo domingo 26 de julio, a las 12.30 horas, un funeral por todas las víctimas de la Covid19 en la diócesis de Segovia. Una Eucaristía que estará presidida por el obispo Mons. César Franco.

Al funeral están invitados de una manera especial los familiares de los fallecidos, a los que se facilitará la mayor asistencia posible. En todo momento, habrá que seguir las indicaciones pautadas por las autoridades sanitarias y cumplir con dos requisitos obligatorios: el uso de mascarilla en toda la celebración y el mantenimiento de la distancia de seguridad. El aforo queda limitado al 75%.

En esta Eucaristía, toda la Iglesia de Segovia se unirá en oración para acompañar en el duelo a tantas personas que se han visto afectadas, en una terrible soledad, por la pérdida de sus seres queridos. Además, pediremos por el eterno descanso de todos cuantos han sido llamados a la casa del Padre en estas difíciles circunstancias.

Como aseguró don César en su homilía de la Pascua del Enfermo, el Espíritu que el Señor nos envía «nos asegura que la vida no termina en la muerte». Por eso, la esperanza de la Resurrección es la luz y el consuelo frente a las pérdidas sufridas.

Mensaje para la jornada de afectados por la pandemia

El día 26 de julio la Iglesia celebra a san Joaquín y santa Ana, patrones de los abuelos. Por este motivo, la Diócesis de Segovia ha escogido esta fecha para el funeral, ya que las personas mayores son las que más han sufrido las consecuencias de la pandemia.

Precisamente con motivo de la celebración de este día, la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Subcomisión de Familia y Defensa de la Vida lanza el siguiente mensaje:

Desde el pasado mes de marzo que se decretó el estado de alarma en nuestro país, por motivo de la pandemia de la Covid- 19, hemos podido contemplar cómo los más afectados por este virus han sido los mayores, falleciendo un gran número de ellos en residencias, hospitales y en sus propios domicilios. También, nuestros mayores, debido a las circunstancias tan excepcionales, son los que más han sufrido el drama de la soledad, de la distancia de sus seres queridos. Todo esto nos debe llevar a pensar, como Iglesia y como sociedad, que “una emergencia como la del Covid es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (Pandemia y fraternidad universal, Nota sobre la emergencia Covid-19, Pontificia Academia para la Vida, 30/03/2020).

En una sociedad, en la que muchas veces se reivindica una libertad sin límites y sin verdad en la que se da excesiva importancia a lo joven, los mayores nos ayudan a valorar lo esencial y a renunciar a lo transitorio. La vida les ha enseñado que el amor y el servicio a los suyos y a los restantes miembros de la sociedad son el verdadero fundamento en el que todos deberíamos apoyarnos para acoger, levantar y ofrecer esperanza a nuestros semejantes en medio de las dificultades de la vida. Como afirma el papa Francisco: “la desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores, llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez” (Audiencia del papa Francisco a los participantes en el Congreso Internacional “La riqueza de los años”, Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida, 31/01/2020).

Pero no basta contemplar el pasado, aunque haya sido en ciertos momentos muy doloroso, hemos de pensar en el futuro. No deberíamos olvidar nunca aquellas palabras del Papa Francisco en las que afirmaba que una sociedad que abandona a sus mayores y prescinde de su sabiduría es una sociedad enferma y sin futuro, porque le falta la memoria. Allí donde no hay respeto, reconocimiento y honor para los mayores, no puede haber futuro para los jóvenes, por eso hay que evitar que se produzca una ruptura generacional entre niños, jóvenes y mayores.

“Conscientes de ese papel irreemplazable de los ancianos, la Iglesia se convierte en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo de los dones del Espíritu Santo. Este intercambio intergeneracional nos obliga a cambiar nuestra mirada hacia las personas mayores, a aprender a mirar el futuro junto con ellos. Los ancianos no son sólo el pasado, sino también el presente y el mañana de la Iglesia”