«PADRE, ENVÍANOS PASTORES», DÍA DEL SEMINARIO 2024

La Iglesia celebra el 19 de marzo, solemnidad de San José, el Día del Seminario, este año con el lema «Padre, envíanos pastores».  En las comunidades autónomas en las que no es festivo, como la nuestra, se celebra el domingo más cercano por lo que este año celebramos en nuestra Diócesis este día tan especial el próximo domingo 17 de marzo.  Una jornada que cada año se presenta como una ocasión para dar gracias, mostrar apoyo a los seminaristas, formadores y sus familias, además de para pedir por las vocaciones sacerdotales.  

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      En la reflexión teológica elaborada para este día, se señala cómo debe ser un buen pastor en la Iglesia. Los verbos «ver y compadecerse, configuran a Jesús como el Buen pastor. Su compasión no es solo un sentimiento humano, sino que es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la multitud con el pan de su palabra. O sea, enseñar la Palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña». Además, se enseña el camino para que estos nuevos pastores, con su testimonio, muestren el Evangelio. La Sagrada Escritura y la historia de la Iglesia, apuntan, están repletas de testimonios de hombres y mujeres que se han dejado guiar por el Señor. «La resurrección de Jesucristo es testimoniada por los Apóstoles», recuerdan.

      Para finalizar, se recuerda que «el testigo, antes que hacer algo, debe ser, ser un amigo de Jesús, para no transmitir conocimientos de segunda mano; ha renacido a la vida en Cristo y, por eso, pertenece a la verdad, oye la Palabra de Dios».

 

Celebración

            En nuestra Diócesis, el Día del Seminario se celebrará en las parroquias, cuya colecta irá destinada a este fin. Un día antes, el sábado 16 de marzo, la Casa de Espiritualidad acogerá la Vigilia del Seminario a las 21 horas. Un momento especial para pedir al Señor más sacerdotes para el Pueblo de Dios y rezar por nuestros dos seminaristas mayores, Antonio y David; y por nuestro diácono, Alberto Janusz.

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            Además, durante estos días, los seminaristas del Teologado de Ávila, donde se forman Antonio y David junto a los compañeros de Salamanca, Ávila, Ciudad Rodrigo, Zamora, Palencia, Plasencia y Badajoz, han elaborado este año una serie de podcast para responder a preguntas esenciales con motivo del Día del Seminario y que puedes escuchar pinchando aquí

 

CONOCIENDO A NUESTROS SEMINARISTAS

 

 

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Antonio y David, los seminaristas mayores de la Diócesis, profundizan un poquito más en su llamada y proceso de discernimiento.

 

¿Cuándo y cómo sentisteis la llamada del Señor para el sacerdocio?

David: Ha sido un proceso largo que viene de hace años. Vas teniendo una serie de inquietudes que, aunque al principio no las das mayor importancia, siguen estando ahí. Entonces, es cuando tratas de entenderlas y determinar si esto viene de Dios y, en ese caso, qué es lo que te está pidiendo. Para eso, te pones en manos de un director espiritual, para que te ayude a discernir. Es algo que no debes hacer tú solo, para evitar cumplir tus deseos y no los del Señor.

Antonio: En mi caso no puedo hablar de un momento concreto, sino más bien de un acto continuado, ya que el Señor no se cansa de llamar. Al repasar mi vida, me doy cuenta de que, a través de los acontecimientos de mi vida, el Señor me ha ido preparando, alisándome el terreno. En cuanto al cómo, la llamada se dio desde diferentes puntos. Un frente claro es la oración, pero también a través de textos bíblicos, testimonios de personas que hayan atravesado una situación similar...

En el Seminario experimentáis un proceso de discernimiento en vuestras vocaciones, ¿ese proceso acaba con la Ordenación Sacerdotal?

D: Yo creo que ese proceso, en concreto, debería terminar antes, si se hace bien. Si has estado antes del seminario mayor bajo una dirección espiritual y, ahora, la Iglesia te pone unos años bajo formadores, rectores y otros directores, debería ser más que suficiente para tener despejada la duda al respecto de la vocación, ya que primero te vas a ordenar diácono antes del sacerdocio.

A: Es una pregunta que no puedo responder de manera subjetiva, sino solamente de forma teórica, ya que aún no soy presbítero. Cuando te ordenas, la Iglesia reconoce que tu vocación es verdadera y, por tanto, finaliza el discernimiento vocacional, aunque es cierto que surgen dudas y tentaciones que te incitan a dejar este camino. Por supuesto, habrá otras cuestiones que necesiten de un proceso de discernimiento.

¿Creéis que la sociedad actual entiende que dos hombres como vosotros renuncien a ciertas cosas para cumplir el proyecto del Señor?

D: Hablar de sociedad con voz única es demasiado reduccionista. Como en todos los ámbitos de la vida, hay gente que no lo entiende, ni lo va a entender, porque tienen una visión muy ideologizada de lo que es la Iglesia; otros, la mayoría, se van a mostrar indiferentes, porque estamos en un momento en el que se ha encumbrado el culto al yo, y, por tanto, mientras lo que hagas no me afecte, haz lo que quieras. Pero, también hay otro grupo que te anima, reza por ti, y todo eso se agradece mucho.

A: Desde mi experiencia, en general, no. La sociedad de hoy en día no entiende que se pueda dejar todo por amor. En la actualidad, vivimos anclados a muchas seguridades que nos hacen estar cómodos; el Señor nos separa de esas comodidades para que, confiados SOLO en Él, podamos alcanzar una plenitud que solo Él nos puede dar.

¿Cómo creéis que tiene que ser el sacerdote que necesita el pueblo de hoy?

D: Esta pregunta es una carta a los Reyes Magos: un sacerdote que esté cercano a los fieles, a su día a día, a sus preocupaciones y también a sus alegrías. Y, por encima de todo, una persona que lleve a Cristo y que te haga sentir la mirada de amor del Padre; a partir de ahí, el resto viene solo.

A: Es una pregunta complicada. Eso es algo que cada uno debe discernir y llevar a la práctica, tratando de ser el sacerdote que la Iglesia necesita. Yo creo que en la Iglesia necesitamos sacerdotes implicados en la labor pastoral, con un ojo en Dios y el otro en la sociedad, de forma que transmitan a los fieles la alegría del Evangelio.

 

REFLEXIÓN DE NUESTRO DIÁCONO

 

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Alberto Janusz Kasprzykowski, diácono de la Diócesis, nos envía desde Roma su reflexión para este Día del Seminario

Padre, envíanos pastores

Este lema del Día del Seminario nos invita a rezar por las vocaciones, pero toda oración conlleva no solo el recuerdo el domingo en las peticiones o en el momento de silencio que nos ponemos delante de Dios, conlleva una decisión, conlleva un querer ser también instrumento de Dios para llevarlo a cabo. La pregunta que emerge es: ¿cómo lo llevamos a cabo? Creo que la misma petición nos da las claves. Si la petición es al Padre, la hacemos porque nosotros nos sentimos hijos, y por tanto, hermanos de los otros. Qué bueno sería que en las parroquias pudiéramos sentir y considerar al que tenemos al lado como un hermano. Las vocaciones no surgen de individuos solitarios, sino que nacen en una comunidad. Solo las comunidades vivas, aunque sean de pocos miembros, son las que dan vitalidad. Las que muestran que la fe, la religión y la vida eclesial no son cosas que se queden en el templo, sino que empapan toda la vida cotidiana.

Envíanos, la vocación es siempre una respuesta de amor, si nosotros vivimos nuestra vida como respuesta al amor de Dios, si cultivamos una cultura de la vocación, no solo al sacerdocio, sino a la vida religiosa, al matrimonio y a la vida laical, podremos mostrar a los jóvenes y no tan jóvenes, que todos somos llamados por Dios a entregar nuestra vida desde una forma concreta y, a la vez, personal. Yo, como diácono de Segovia en Roma, así lo siento, Dios por su Iglesia, me ha enviado aquí, para mejor amarle, seguirle y servirle el día de mañana en la diócesis.

Pastores, y ¿qué significa esto, que los demás somos ovejas? No, significa que esta vocación se tiene vinculado unas características: acompañar, ayudar, servir, buscar la comunión y alimentar con la Palabra y los Sacramentos… Acciones que solo se pueden realizar si hemos sentido y seguimos experimentando que el Señor hace con nosotros, pues Él es el único Pastor.

Orar por las vocaciones es vivir con implicación la vida parroquial, es responder con generosidad a la vocación y misión que Dios llama a cada uno de nosotros y es animar e invitar a que otros jóvenes den el paso amar a Dios y a los demás desde la concreta y personal vocación sacerdotal. Padre, envíanos pastores.

 

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