«Bienvenida, Señora, a esta casa tuya que se llena de alegría» RECIBIMIENTO A NUESTRA SEÑORA DE LA FUENCISLA EN LA S.I. CATEDRAL

En la tarde de ayer, jueves 14 de septiembre, tuvo lugar el traslado de la imagen de Nuestra Señora de la Fuencisla desde su Santuario hasta la S.I. Catedral. Sorteando la amenaza de lluvia, incluso con la breve necesidad de poner unp lástico para proteger la imagen, la patrona de Segovia y su tierra llegaba en torno a las ocho de la tarde a la plaza del Azoguejo, donde tuvo que esperar al paso de los alumnos de la Academia de Artillería para poder continuar su recorrido hasta la Plaza Mayor. Allí fue recibida por las autoridades civiles y militares, con danzas a cargo del grupo «La Esteva». 

A las puertas de la S.I. Catedral esperaba Mons. César Franco, Obispo de la Diócesis, acompañado por miembros del Cabildo. Ya en la seo segoviana, se procedió a la entronización de la imagen de La Fuencisla por un grupo de bomberos de la ciudad. Tras una breve oración, don César dio la bienvenida a la patrona en nombre de todos los segovianos para finalizar el acto con el canto del Himno a La Fuencisla. A continuación, reproducimos íntegramente las palabras de nuestro obispo en la recepción a Nuestra Señora en la Catedral: 

 


«¡Madre y Señora nuestra, Virgen de la Fuencisla!

            Un año más has subido desde tu santuario a esta cumbre santa donde se alza la iglesia madre de Segovia, la Catedral. Y con tu pariente Isabel te decimos: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?». Te acogemos como Madre y Patrona y te saludamos con las palabras que, desde que las pronunció Isabel, no dejan de repetirse generación tras generación: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!».PORTADA WEB2

           Vienes con la prisa del amor compasivo, porque, como hiciste con Isabel, deseas ayudarnos en nuestras necesidades.

            ¡Tú las conoces bien, porque eres Madre!

            En aquellos días no te quedaste ensimismada en el misterio que albergaba tu seno, la encarnación del Hijo de Dios que es también el tuyo. Fuiste deprisa a practicar la caridad. Ven deprisa, Señora, a nuestra casa, la Iglesia de Segovia y a la casa de cada segoviano. Tu prisa, Señora, es signo de tu amor maternal. Una madre no se detiene ante las necesidades de sus hijos. Corre y vuela, porque ama.

            También te saludamos, Señora, porque has creído que se cumpliría la palabra del Señor.             Nosotros creemos, pero en ocasiones dudamos. Nos hacen dudar nuestras contradicciones, nuestros pecados, incoherencias e infidelidades. Nos hace dudar el mal del mundo: las guerras, como la de Ucrania, las catástrofes, como las sufridas en Marruecos y Libia, las violencias, odios y venganzas.

            Nos hace dudar el poder del mal en tantas manifestaciones de injusticia, de dolor, de corrupción en tantos ámbitos de la sociedad. Nos hace dudar los pecados en nuestra misma Iglesia. Llegamos a pensar que es imposible un mundo mejor, acorde con la naturaleza del hombre, un mundo justo, fraterno, solidario, empeñado en el bien. Tú has creído en la palabra del Señor. Eres la creyente por excelencia.

En estos días de nuestra novena, los segovianos se postrarán ante ti y te presentarán sus necesidades. Como mujer oyente de la Palabra, abre nuestros oídos y corazones al Evangelio de tu Hijo, a la conversión y al testimonio del amor en la sociedad.

            Aumenta, sobre todo, nuestra fe, fortalece nuestra esperanza y acrecienta el amor a Dios y al prójimo, haz que nuestra Iglesia sea la casa de todos abierta a las necesidades de los hombres, especialmente de los más pobres y desamparados.

            Tú, que serviste a tu pariente Isabel, que atendiste las necesidades de los novios de Caná, que te mantuviste firme al pie de la cruz, haz lo mismo con nosotros que te llamamos madre y patrona nuestra.

          Nuestro corazón no se cierra a las necesidades de Segovia. La Iglesia no tiene fronteras. Somos un solo pueblo, un solo cuerpo de Cristo, una sola casa de Dios. Te pedimos por la paz en el mundo, por los que pasan hambre, los refugiados y emigrantes, por los que son marginados en la sociedad o sufren la conculcación de sus derechos. Conforta a los marroquíes y libios que han perdido a sus seres queridos, sus casas y propiedades, a los heridos de las catástrofes. Hoy celebramos la exaltación de la cruz de tu Hijo. Tú estabas allí, firme, sin caer derrotada. Mantente firme, Señor, junto al dolor de los pueblos que sufren y dales el consuelo que buscan.

            Al comenzar este nuevo curso, te pedimos por la Iglesia universal y por el Sínodo de Roma en octubre; por la comunidad diocesana, parroquias y comunidades, por las familias, los niños, jóvenes y ancianos. Te pedimos vocaciones para nuestra Iglesia: vocaciones de sacerdotes, de consagrados, de matrimonios cristianos, capaces de formar iglesias domésticas.

Que sepamos llevar a Cristo a los demás, como hiciste tú con tu pariente Isabel, de manera que su salvación alcance a cuantos nos encontremos en el camino de la vida.

 

            Bienvenida, Señora, a esta casa tuya que se llena de alegría con la salvación del Hijo que llevas en tus brazos. Dichosa tú que has creído. Haz que nuestra Iglesia salte de gozo también y alabe a Dios porque ha hecho obras grandes en ti y en todos nosotros.

Amén».